Bartolomé José Gallardo
 
Refiere JUAN MARQUES MERCHAN el siguiente episodio de la vida de B.J. Gallardo (págs. 107 y ss) 


DON TOMAS 


Los excesos despóticos de la reacción absolutista, habían sido humillados por el grito salvador que en Las Cabezas de San Juan, lanzara Riego; ya la Constitución del año doce nuevamente imperaba, y las ideas podían obstentarse con entera libertad; ya los patricios ilustres que huyeron al ver exánime la redentora obra que formaran con tan generoso impulso, sin obstáculo ninguno podían regresar a España.

Gallardo, con esta nueva, recibe alegría inmensa, y presto abandona Londres y embarca con rumbo a Francia. En París se detiene brevemente, marchando enseguida a Burdeos, de donde parte para Cádiz. Llega al puerto; los gaditanos acuden a saludar a los emigrados que con ellos sufrieron los amargores del sitio, y el recibimiento es solemne. Don Bartolomé recoje su equipaje, cruza entre la bandada de curiosos y en una carretela dirígese a casa de Luna. 

Su amigo don Tomás ha muerto, pero él prefiere a los mezquinos hostales gaditanos, el aposento confortable donde ocultó su desgracia los aciagos días que siguieron a la publicación del Diccionario; y sin tener en cuenta que la viuda es una señora excesivamente religiosa, cuajada de escrúpulos y en extremo fanática, que nunca miróle con buenos ojos, soportándole tan solo a regañadientes, por mero respeto y amor a su marido, preséntase a ella todo lleno de confianza, en demanda de hospitalidad. Tomasito y su excelente madre, quedan pasmados ante la aparición inesperada; pero el intrépido Gallardo, sin atender las muestras de extrañeza de sus bondadosos huéspedes, ordena se le instale sin dilación alguna en su vivienda antigua, esparce los trebejos a su antojo, y pártese a abrazar a los amigos. 

La viuda y su hijo, cohibidos, no atrévense a protestar de este audaz allanamiento del domicilio, y encierran su disgusto en penoso mutismo; pasan los días, y como don Bartolomé no tiene que guardar respetos al viejo Luna por difunto, conviértese en tirano de la casa, y lo que a los ojos de la buena dueña es peor, tómase licencias con las criadas, y lleva y trae a su habitación algunas meretrizes. 

Después de muchas ansias, la viuda, que había consultado, como caso de conciencia al confesor, fue estrechada por este, para que a la mayor brevedad rogase al impío Gallardo, abandonara la casa voluntariamente, o en último extremo, mostrándose enérgica le arrojase severa. 

Decidida a ello, un grave obstáculo, al parecer insuperable, dilató el cumplimiento del mandato, ¿quién atrevíase a noticiar a Gallardo resolución tan violenta? La timorata señora temíale como a una espada desnuda, y desde el día en que albergole pasábalo encerrada en su habitación, sin atreverse a salir. Tomasito, aunque ya hombre granado, con su timidez, su moderantismo, y su pacata filosofía, no solo tenía carencia de fuerza moral para el lance, sino que tratado como un doctrino por don Bartolomé y conocedor de su aspereza de carácter y la iracundia que exaltábale apenas se molestaba, temía, y no sin razón, que le enderezase alguna burla sangrienta, y continuara impertérrito sin hacerle el menor caso. 

Fuéronse entonces con el expediente al cura, suplicándole que él en nombre de madre e hijo, se encargara de notificar el desahucio; pero el cura aferróse a la idea, de que ellos y solamente ellos habíanlo de hacer. Por fin, tras arduo meditar, ocurriósele a Tomás una feliz idea propia de su filosofía del justo medio; escribiole una carta muy respetuosa y suave en extremo, para que se deslizase sin el menor tropiezo, pero que en el fondo venia a decir: "que muerto su señor padre, las circunstancias habían variado, que su señora madre, anciana y enferma, no podía tener huéspedes; que sus preocupaciones religiosas le mantenían en una alarma peligrosa para su vida; que él, entre el amor a su madre y el respeto a su maestro, se hallaba en un conflicto; y que no teniendo valor para arrostrarlo, le suplicaba, pidiéndole mil perdones, que tomase habitación, que él mismo le proporcionaría, donde pudiera estar cómodamente y con entera libertad; y que no aceptando este ruego y ofrecimiento que hacíale, tenia decidido salvar el conflicto, saliendo él mismo de su casa, para huir de las quejas y amonestaciones de su señora madre". 

Puso Tomas la carta bajo sobre en la carpeta de don Bartolomé, aprovechando un momento de su ausencia, y respiró tranquilo; seguramente conmovido escucharía su súplica. Tomasito, como dice Federico Rubio-de quien tomamos la relación del hecho -era un espíritu estudioso, desinteresado, y benigno. 

Cuando a poco volvió Gallardo, vio la carta de Tomás, rompió el sobre, leyola, tomó la pluma y escribió debajo. 

Don Tomas:
Si te vas,
Tonto menos;
Si te quedas,
Tonto mas,
Don Tomas.

Dejó la carta sobre el pupitre y salió. Tomasito al leer la respuesta, quedó pasmado; su indignación no tuvo límites; don Bartolomé, en cambio, al enterarse de ella, prorrumpió en estridentes carcajadas.
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