Bartolomé José Gallardo
 

LA SOCIEDAD COMUNERA




Alejandro Pérez Vidal en la Introducción y Nota Biográfica de B.J.Gallardo de la edición del Diccionario crítico Burlesco editado por Visor, viene a decir que


«En cuanto a la relación de Gallardo con las sociedades patrióticas durante el Trienio Constitucional poco es lo que puede decirse can certeza. Las memorias de Alcalá Galiano sitúan a Gallardo hacia 1820 en el «gobierno Supremo» de la masonería, de la que en determinados documentos policiales se le considera miembro. Por otra parte, un documento diplomático de mayo de 1821 incluye a Gallardo entre los miembros de la sociedad «La redención de la humanidad», a la que el mismo documento atribuye peligrosos fines. En cuanto a la comunería, algunos, siguiendo escritos de la época, han atribuido a Gallardo la paternidad de la idea de fundar la sociedad, casi reclamada de otra parte por Antonio Puigblanch; además, en una de las malintencionadas notas a una edición de 1822 de la Constitución de la Confederación de los Caballeros Comuneros  parece aludirse a la posibilidad de que el autor de dicha Constitución y Reglamento fuera Gallardo. Ninguno de tales extremos merece, sin embargo, pleno crédito. »


Pedro Sainz Rodriguez en “Gallardo y la crítica de su tiempo” (p-ags 88 y ss) dice que


Gallardo, afiliado a la masonería, pertenecía dentro de ella al grupo más exaltado, que muy pronto habría de separarse


Estas frases de Alcalá Galiano nos muestran bien cuál era el estado de la agrupación y sus relaciones con los políticos: "La sociedad secreta determinó seguir unida y activa, siendo gobierno oculto del Estado, resuelta al principio a ser auxiliar del gobierno legal pero llevada en breve por impulso inevitable a pretender dominarle y a veces a serle contraria. Poco varió la sociedad su planta antigua. Fue adoptado en ella el sistema de representación o electivo. Madrid vino a ser la residencia del cuerpo supremo (Grande Oriente) director o cabeza de la sociedad entera. Componíanle representantes de los cuerpos llamados capítulos, constituidos en los tribunales de provincia, y compuestos de representantes de los cuerpos inferiores repartidos en diferentes poblaciones, o en los regimientos del ejercito que los tenían privativos suyos, siendo de ellos, a la par con los oficiales, uno y otro sargento ... Estaba formado el gobierno supremo oculto ... de personajes de tal cual nota y cuenta. Del primer Ministerio  constitucional á que dió nombre Argüelles, ni uno solo era de la sociedad ... hasta después de cumplirse el segundo tercio de 1820. Pero tenían en el mismo cuerpo asiento el conde de Toreno, ilustre ya por más de un título, si bien á la sazón mero diputado á Cortes...Estaba asimismo en él Bartolomé Gallardo ... , etc. 


El grupo más exaltado dentro de la Asociación acabó por separarse. Llevóse a cabo la escisión en 1820 y como hubiesen oído hablar a Gallardo de la necesidad de fundar una sociedad castiza, a la española,  que simbolizase la defensa de la libertad castellana en tiempos de Carlos I, siguieron sus indicaciones y así nació la célebre sociedad de los Comuneros, que en poco tiempo se extendió grandemente y llegó a ser poderosa hasta el punto de elevar y derribar gobiernos. En realidad puede decirse que toda la política de los años 1820 al 1823 no fue, en el fondo, más que una lucha entre los Comuneros y la antigua sociedad masónica. Contribuyendo con esta división a la restauración del absolutismo.


Puigblanch, que critica acertadamente el influjo pernicioso de la sociedad de los Comuneros, indica que acaso fue él, sin querer, quien lazó una idea que luego pudo ser origen de su fundación: “Gran daño hicieron a la libertad las sociedades secretas; pero ésta [la francmasonería] le hizo mayor sin comparación que la de los comuneros, de la cual inspiré yo quizá la idea, bien inocentemente, con decir en el Dictamen que precedió a la minuta de Decreto de las Cortes de 1820 i 21 sobre honrar la memoria de los Comuneros  que murieron  bajo Carlos I, i la de los patriotas de Aragón bajo Felipe II…”




Menendez y Pelayo (loc. cit.) describe muy bien esto. "las logias, se llamaban torres, a las cintas verdes sustituyeron las moradas, el Gran Oriente se trocó en Gran Castellano; en las reuniones se ostentaba sobre una mesa una urna con ciertos huesos que decían que eran de Padilla; en el acto de la recepción, el aspirante se cubría con una rodela y en ella recibía la estocada simbólica ... (1) dividíase la confederación en comunidades y éstas en merindades, subdividas luego en castillos y fortalezas, con sus respectivos alcaides, plaza de armas y cuerpo de guardia, compuesto de diez lanzas. Otras siete defendían la empalizada y el rastrillo. El aspirante, con los ojos vendados, se acercaba a las obras exteriores del castillo y el centinela le preguntaba: "¿Quién es?", y respondía el comunero que hacia de padrino: "Un ciudadano que se ha presentado con bandera de parlamento a fin de ser alistado" y replicaba el centinela: "Entregázmele y le llevaré al cuerpo de guardia." En tal punto oíase de súbito una voz que mandaba echar el puente levadizo y cerrar los rastrillos, lo cual se hacía con gran estrépito de hierros y cadenas ... ". etc., y así continuaban haciendo una serie de caballerescas ceremonias hasta ser admitido en la sociedad. Ridículas son estas cosas pero no lo eran menos los trámites que empleaban las demás sociedades secretas.


Las luchas y disputas de estas asociaciones por el disfrute del Poder tuvieron alterada la sociedad española durante estos años. En que parecía que una fiebre insensata  de ambición se había apoderado de todos, impidiendo cualquier obra seria de Gobierno.



(1) A este propósito refiere La Fuente una graciosa anécdota: "Hablándome de su recepción un comunero arrepentido, me contaba entre otras cosas grotescas que al mandarle cubrirse con el escudo de Padilla y dirigir los comuneros sus espadas contra el débil y simbólico aparato de defensa, un cerrajero fornido al dirigir la punta de su estoque contra él, lo apoyaba can tal ahínco, que le hizo retroceder y estaba esperando que roto el escudo, asomara la punta del estoque y le sacara un ojo. El comunero de al lado, viéndole tan poseído de su papel, le dijo: No aprietes tanto, que es de hojalata."

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